Después de tanto haberte insistido, habías aceptado, habías elegido el lugar, el día y la hora y yo había dicho que sí a todo lo que habías propuesto, aun si hubieras dicho que nos veríamos en el fin del mundo, yo hubiera aceptado, sin duda alguna.
El día había llegado y aun no me había recuperado de la noticia, tenía miedo de desmayarme, de perder la conciencia, de desconectarme porque era demasiado avasallador, tenía miedo porque ¡Yo quería sentirlo todo! Quería sentir el miedo, el éxtasis, la tranquilidad, todo, en el orden que me era dado, todo lo que tú me hacías sentir, pero a la vez quería estar cuerda y parecer un ser racional a tu llegada y esos dos puntos “sentirlo todo” y “cordura” no parecían conectar, al menos no me ha parecido el caso en todos estos años. Cerré mis ojos por un segundo y estaba todo oscuro mientras una silueta bailaba dejando luces de colores fosforescentes por donde pasaba, abrí los ojos y me pregunte si la silueta era tuya o mía, y ¿cómo tenía la osadía de aparecerse ahora mismo? Yo no tenía tiempo de resolver tales enigmas en ese preciso momento, apenas tenía tiempo de recoger todos mis sentimientos y contenerlos en una caja para que la casa no pareciera los escombros tras un remolino y te ahuyentase.
Había llegado una hora antes, no diez, ni quince, ni treinta minutos antes, sino una hora, una hora entera para divagar... una hora entera para volverme más loca de lo que ya estaba. Por un momento pensé que podía esperarte haciendo la fila, comprando los tickets antes que tú, pero luego pensé que no quería perder tiempo a tu lado, y hacer la fila junto a ti era tiempo juntos; pero, no había ninguna fila. Supuse que habías escogido esa hora por esta precisa razón. Tú llegaste quince minutos antes, y mi corazón sobresaltado, como siempre, no podía calmarse. Yo te veía precioso a la distancia, no podía ni imaginarme qué sería de cerca y te observe por un minuto que habrá parecido una vida entera para mi corazón que no podía más. Le agradecí a Dios que no me hayas visto todavía, eso me había dado tiempo de sacar esa tonta mega sonrisa de mi cara, y me había dejado vestir una sonrisa “menos emocionada”, permitiéndome demostrar una actitud más “pasiva”, aun cuando todos sabemos que soy todo menos pasiva, a menos que ponga esfuerzo en ello; haber logrado mantener mi entereza era un éxito colosal que tenía planeado celebrar más tarde, ahora mismo solo quería saludarte.
Mientras caminaba hacía ti y tú mirabas tu teléfono, una chica se acercó a ti y empezó a hablarte, me paré en seco, “¿De esto se trataba todo?”, “¿Habías invitado a alguien más?”, mil preguntas pasaron por mi cabeza en los segundos que ella te habló, y sentí como toda la energía de mi cuerpo me abandonaba y mis piernas flaqueaban, estaba a punto de entrar en pánico y, de repente, ella se fue... Tarde me di cuenta de que podía haber sido una completa desconocida pidiéndote alguna indicación, preguntando la hora, o algo por el estilo; no tenía que ser alguien arruinando mis planes necesariamente. Me apresuré a alcanzarte, antes de que mi imaginación me juegue otra mala pasada.
Cuando me viste tu cara no cambió de expresión, parecías tan impertérrito que debo admitir que me dolió, ya que por tonto que parezca me había imaginado que verme te habría conmovido tanto como verte me había conmovido a mí, pero no fue así... Sin embargo, yo no tenía tiempo de acarrear esa decepción conmigo en ese preciso instante, de manera que me sacudí la pena y seguí. Te salude con un beso en cada mejilla, como lo hacen en tu país, y tú parecías algo desconcertado, pero mi regla de no-touch había sido quebrantada a sabiendas de que esta podía ser mi única oportunidad, y hubo una explosión tal dentro de mí que empecé a pedirle fuerzas a Dios, para mantener la tranquilidad. Me miraste como diciendo “¿qué fue eso?” y mostrando indicios de lo que sería una sonrisa en mi cabeza, yo me encogí de hombros, tratando de quitarle importancia a un evento que tenía toda la importancia del mundo para mí. Miré en dirección de la boletería y empezamos a caminar en esa dirección, la chica que nos atendió era hermosa y no pude más que sentir celos y mirar tus ojos para “calcular qué tan inmersos estaban en ella”, pero nada había cambiado... seguías tan impávido como cuando me viste, mi corazón pudo respirar nuevamente.
Entramos al museo y empezamos a caminar en silencio, estaba tan emocionada y absorbida en mí misma que había pasado por alto cómo podrías haberte estado sintiendo tú, te miraba cada tanto de reojo, y tú mirabas el arte en el museo, y yo pensaba que yo también miraba el arte en el museo aunque no necesariamente el arte propio del museo, sino el que estaba de pasada. A medida que avanzábamos, mi ánimo inicial caía en picada, me empezaba a sentir no querida, aun si no era la primera vez que sentía eso contigo, y en cada paso sentía que cientos de cubetas de agua helada me eran lanzados, empecé a sentir frío a tu lado, mucho frío.
Empecé a cuestionarme la salida en sí, si habías aceptado para que te dejase en paz de una buena vez, o si sentías una pizca de curiosidad por cómo saldría todo conmigo, pero tras treinta minutos caminando en absoluto silencio la primera idea tenía más sentido. Empecé a odiarme... por mi insistencia, por mi terquedad, por mi inocencia, por mi anormalidad, por todo lo que me había llevado a ese momento junto a ti donde estaba más que claro que no te interesaba. Y aun cuando luché mucho porque no pase, me había perdido en mis pensamientos como de costumbre y había pasado el límite de seguridad de una de las obras y un guardia se acercó a mí diciendo “Mi scusa, signorina, non puo fare questo” mientras apuntaba a mis pies y yo brincaba sobresaltada de retro, disculpándome repetidas veces y regresándote a ver pero tú seguías en silencio. Tú estuviste a mi lado todo este tiempo, de manera que también habías pasado el borde que no hay que pasar pero el guardia no te había dicho nada, ni siquiera había regresado a verte.
“¿Por qué me habían llamado la atención solo a mí?” me pregunté sintiéndome discriminada, y me acerqué a ti enojada, lista para escuchar las explicaciones del por qué de la actitud del guardia de tu boca, pero apenas me pare frente a ti, y dije “A ver, explícame” desapareciste, y yo parpadee varias veces, pensando que así te traería devuelta, pero seguías ausente, revise mi móvil y no habían mensajes, ni llamadas tuyas. Mire en frente de mí y estabas viendo un tren, me acerqué en silencio por temor a volver a perderte y cuando regresaste a verme, seguí observando a ese ser inmutable en el que te habías convertido, mi mano se alzó en pos de alcanzarte, pero yo hice que baje inmediatamente por el miedo de perderte una vez más. Hubo un quiebre entre la ficción y la realidad al parecer, algo se descolocó, o yo me descoloqué algo... sea lo que sea, no iba a permitir que te arrebatara de mí.
Seguí caminando a tu lado, mientras observabas cada uno de los objetos en ese lugar, y mientras tu admirabas su arte, yo seguía admirando el tuyo.
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Sentimientos