- ¡Espera! Ella gritó pero yo no podía parar de correr, tenía que escaparme antes de que sus mentiras me anclaran a su lado una vez más. Sin importar cuan dulce pareciese, cargaba en su boca el arma más letal que jamás he conocido.
- ¡Detente! Gritó una vez más y su voz parecía cansada, una parte de mí esta preocupado por su bienestar, me exigía volver para hacerla descansar, tomarle el pulso, asegurarme de que no se estaba sobre esforzando; pero otra parte de mí, la que me había mantenido con vida hasta ahora, me decía que no me detenga, era parte de mi supervivencia el alejarme de ella y del veneno mortal que conlleva cada una de sus palabras.
- ¡Oye! Vuelve. Dijo agotada, escuche cómo sus pasos cesaron detrás de mí y mis ojos me traicionaron, sentí como mi corazón se estrujaba una y otra vez; porque a pesar de todo, y por encima de todo, yo la amaba... Pero ella no parecía tener verdaderas intenciones amarme, no sé en qué momento empece a darme cuenta de que no me amabas en realidad, no sé en qué momento me desperté del sueño en el que me habían sumergido sus palabras; pero supongo que todo empezó cuando sus silencios comenzaron a extenderse a lo largo de nuestra platicas, donde solo percibía ecos del amor que me profesaba en el pasado, pero necio como siempre me negaba a dejar ir lo único que hasta el momento sentía me mantenía con vida: Ella.
Deje de correr porque ya no tenía sentido seguir haciéndolo, ella ya no estaba ahí amenazándome con su tierna sonrisa y el precioso sonido de su risa: con hacerme caer una vez más en su trampa, en la cual irremediablemente caería si me quedaba a su lado; porque con ella me pierdo... es extraño pensar cómo era ella siempre quién decía haberse perdido en mí tras conocerme, pero era yo quién quería volver y gritarle "¡Yo también me perdí! Yo también me perdí a mí mismo en ti!" Ni siquiera entiendo por qué me tomaba el tiempo de negarlo, no sé por qué me lo preguntaba siquiera. Probablemente ella quería hacerme caer en sus juegos mentales; porque más allá de todo, ella era un especie de bruja descorazonada, con un montón de embrujos bajo la manga, que me hacían: volverme loco, desconocerme, odiarme, anularme, todo el tiempo... empiezo a pensar que todo fue planeado.
No habían pasado ni diez minutos cuando recibí un mensaje de texto de ella:
"Ya te extraño, mi amor. ¿Por qué te echaste a correr? No logre alcanzarte, sabes lo lenta que soy... ¡Yo soy chiquita! Y tú demasiado grande. Avísame donde encontrarnos. Te amo".
Parecía dulzura, juro que parecía dulzura, pero parecía, solo parecía... porque lo suyo era maldad pura ¡era un engaño! La mentira más grande disfrazada ¡Pero que dulces suenan sus engaños inclusive! Aun cuando ya estoy enterado de lo que realmente son; sigue sonando como una melodía hermosa cada cosa que ella dice...
Nunca sentí tanto miedo por mí mismo, como el miedo que su sola existencia me generaba. Sabía que no iba a ser fácil, que de ahora en adelante no pararía, que no había poder humano que la haga desistir de su cometido más que el de su propia voluntad. De repente sentí que la frialdad propia de mi alma recubría mi corazón, por ilógico que sonase me sentía abandonado aun cuando era yo dejándola y no al contrario. Empece a odiarla, tan extenso como fue mi amor por ella logró ser mi odio, porque se iba con ella lo mejor de mí, mis últimos restos de humanidad; y porque ella era lo mejor que jamás me había pasado, porque tan miserable e inmunda sentía mi existencia que aun algo tan corrupto, falso y desquiciadamente enfermo como ella era la cosa más linda que jamás me había sucedido... a pesar de todo, y por encima de todo ella seguía siendo mi única oportunidad de saborear un poco la dulzura de la vida en mis días tan llenos de amargura y tristeza, porque independientemente de todo debo admitir que yo... la sigo amando.