Tuesday, November 17, 2015

F&N


- Flavia! Daddy's home. –I screamed excited & I'm still not sure about who gets more excited over his arrival, if me or our 3 years old daughter; in any case the two of us where the happiest when he pass that door. 

Flavia seemed to be incredibly excited whenever her daddy come in, I wonder if she gets excited the same when I come or I just haven't noticed.... Since I got permission from my work to stay at home cause of my pregnancy, the biggest enjoyment of my day was to meet him, surely to play all the day long with my baby girl was exciting, but I could only see him a few minutes in the early morning & the night appeared so short to enjoy his presence, also Flavia wanted his attention so my time next to him was precious to me. Could it be possible that I was a tiny bit jealous of my precious daughter and my beloved husband? Due to the magnitude of my jealousy and possessiveness I guess the answer must be "yes".

He smiled brightly to us, like if he was actually happy to be at home, even after all the thing we have gone through to be here today, I hope my husband may feel lucky to be next to me as he used to feel in the beginning of our relationship. At least he was happy to be a father and to be next to Flavia, that was a fact. I just said hi to him with a small kiss and then left to the kitchen, to get the food ready for him while he was playing with his daughter, I guess he didn't know what a lovely father he would turn into, I imagined it. Once he got the food on the table, Flavia and I sat down to see him eating, Flavia ate already and I wasn't hungry, but we made him company and I let Flavia continue talking to him before I will put her on bed. 
After almost half an hour talking with her daddy, I decide it was late enough for my daughter.
- Let's go to bed, Flavia. –I said.
- Good night, daddy. I love you. –Flavia said and kissed her father's cheek.
- Good night, pretty. I love you too. –He answered while kissing her back.

I took Flavia to her bedroom, made her wash her teeth, changed her clothes and told her a princess' story since those were her favorites.
- I love you, little girl. –I said to Flavia before putting closing her bedroom's door.
- I love you, mommy. I love you, baby Nicholas. –She said and I fell in love with that tiny piece of human being that I brought yo this world.

How could it be my daughter was adorable to that extent? I thought and started laughing by remembering those times when her father and I were a couple and he may say to me all the kind of sweet stuff you can imagine, like I was the sweetest girl alive & I make him weak & more things, maybe he was right and Flavia took that after me, or maybe I was starting to believe in his words and my ego was traveling fast to my head; in any case, whatever the reason was, our daughter was enchanted. 

- How have you been today? –He said with a soft tone of voice and I just stared at him for some minutes to admire beauty, no matter what anyone says for me he was gorgeous, such a masterpiece of man: inside and outside. And I was the most blessed woman in the world to marry such an amazing guy. While I was lost in the view I felt a small kick in the stomach & I laughed thinking Nicholas was whether happy to see daddy or jealous, in any case he had to know mom belongs to dad.
- It was a good day, my love. How was work? –I asked trying to act calm, not to show how excited I was to be in his presence because even after 4 years of marriage and 3 years of knowing him I couldn't handle the amount of feelings that will knock on my heart whenever he was around. I could swear that was the scariest & most beautiful feeling ever.
- It was good, a bit tiring. –He said to me and I laid next to him in bed & put myself in my place, obviously among his arms, feeling his closeness & wondering if every single wife feels the way I feel when I am next to my husband. The real question was: why didn't I marry him sooner? I wasted so much time, just so much time! Even having such a long time apart, I nearly died in that period, couldn't nor want to ever go through the same hell again. I learnt my lesson and got enough, I didn't want a life without him, I couldn't even call such thing a life. I wonder if he feels the same...

Friday, November 13, 2015

Mami



“No puedo ser madre otra vez” –pensó Ludmila mirando aparentemente al horizonte, mientras recordaba todas las veces que su hija Alicia jugó en el parque de en frente, especialmente en ese columpio que era, prácticamente, suyo; los demás niños incluso temían usar aquel columpio del terror que generaba ver a la pequeña Alicia correr con total desesperación al ver que su juguete estaba siendo usado por alguien más sin su consentimiento.

“Mami, puedes jugar con mi columpio” le había dicho su hija muchas veces, invitándola a sentarse en aquel columpio que cuidaba tan recelosa. Nadie más que ella, comprendía que era la secreta manera en que Alicia le decía que la amaba, y ese era uno en un millón de actos que su pequeña realizaba día tras día dando cuenta del inmenso amor que le profesaba. Y ya no estaba ahí, no estaría más… y no había manera de volver a vivir todo eso a su lado.

La idea de volver a ser madre le parecía inconcebible ahora, si no pudo proteger a Alicia con solo seis años, no tenía derecho a tener entre sus manos otro pedazo de cielo. ¿Cómo podía ser posible que haya un bebé en camino? ¿Qué haría ella con ese bebé? No tenía la más mínima idea y no estaba segura de querer tenerla. De ahora en adelante tenía que pensar seriamente hasta donde quería llevar ese embarazo.

La casa se sentiría tan vacía sin Alicia, y su esposo aun no volvía del trabajo para escuchar al menos un eco, que emitiera algún sonido dentro de su alma; ella aun no lo había llamado, ni a él ni a nadie, a darle la devastadora noticia del accidente que tuvo la buseta que llevaba a Alicia todos los días a la escuela. “¿Qué le voy a decir?” –pensaba algo desorbitada preguntándose en qué momento las lágrimas se dignarían a salir, para sacarla de ese coma emocional en el que parecía haber caído tras enterarse de lo sucedido.

De repente sintió un golpecito en el estómago, ahí estaba su bebé, haciéndose sentir, reclamando ser recordado y alimentado. Ludmila llevaba alrededor de tres horas en ese estado de enajenación y no había probado ni un bocado de comida desde que se despertó. Las primeras horas de la mañana fueron ocupadas en preparar a Alicia para la escuela, y servir el desayuno de su esposo antes de que salga al trabajo.

“¿Tienes hambre?” –preguntó Ludmila a su abultado estómago y sintió otra patadita. Ludmila emitió una leve risa, recordando lo comilona que Alicia también había sido en sus primeros meses, una vez incluso la encontró intentando comerse los dedos del hambre que tenía ¡Qué ocurrencias tan adorables tenía su pequeña! Cada nueva situación la volvía a alguna esquina de su corazón, llena de recuerdos de su primogénita.

“Supongo que tenemos que alimentarnos”. –Dijo, ahora acariciando con ternura su pancita; mientras pensaba en el nombre que Alicia había seleccionado para su hermanito: Arturo. “Arturito” –diría Alicia, contándole que era el nombre de un príncipe que se había ganado su beneplácito en una de las tantas películas animadas que veía. Las mejillas de Ludmila empezaron a humedecerse, y una sonrisa se dibujó en sus labios, el llanto consolador al fin.

De ahora en adelante tenía que cuidar del bienestar de Arturo, no podía detenerse y dejar que esa tarde se lleve más vidas de las que ya había tomado. Es verdad, esa casa nunca sería lo mismo sin su hija, en realidad su vida nunca sería la misma… sin su hija, pero ella tenía que pensar en su hijo también; y tanto el tiempo como la realidad seguían su rumbo, no se hacían esperar por nadie y no se detenían ante el dolor de nadie.

Ser madre no era algo que se pueda dejar de ser de un día a otro, tanto las memorias con Alicia, como los constantes llamados de atención de Arturo daban cuenta de ello. “Solo llévate el silencio que quedó” –susurró Ludmila en dirección a su vientre mientras agarraba el celular para apresurarse a llamar, de una vez, a su esposo; pero, en cuanto tomó el teléfono una llamada entró interrumpiéndola, atendió la llamada y logró escuchar ese tan familiar y anhelado “Mami” del otro lado. 



Madelaine Bustamante (12 de Noviembre del 2015)

Thursday, November 5, 2015

Mil cosas para decirte


- ¿Y si te dijese que no tengo más nada que decirte? Pregunto ella sin voltear.

- Pues todo se terminaría. Volverías a ser una mujer libre. Dijo él serio.

- Heme aquí. Inhaló profundamente. Una mujer libre, al fin. Dijo ella exhalando y sonriéndole abiertamente, guardando bajo llave todo dolor que amenazase con destruir puesta en escena.

Él no dijo más nada, solo se fue ¡Ni siquiera sonrió o la felicitó! Y ella esperaba más de él, mucho más. ¿No iba a correr detrás de ella cómo hizo tantas veces? En efecto, ella estaba en lo correcto: no la amaba como antes… seguramente había alguien más y ella lo descubriría. ¡Pero nada le importaba ya! Él no tenía nada más que ver con ella, y ella tenía recordar lo era ser una mujer libre y cómo se sentía.

Se pasó incontables tardes en casa, llorando su perdida; pero orgullosa, sobre todo orgullosa porque ese hombre no tuvo tiempo de engañarla, no tuvo tiempo de burlarse de ella porque ella se dio cuenta justo a tiempo de que sus ojos ya no eran para ella, sus palabras y sus sentimientos tampoco. Todo se había ido con la otra mujer a la que ahora miraba, aun cuando no sabía aún de quién se trataba.

De ahora en adelante sería una mujer nueva, “una nueva yo” diría ella, riéndose estruendosamente, tratando de auto convencerse de su creciente felicidad, de su fineza de elección, de su perspicacia y genialidad. Pero, de repente, caían en su ventana rastros de diciembre haciendo que su corazón se acongojará con cada copo. Sin embargo, no tenía tiempo que perder era hora de dormir y tenía que levantarse radiante a saludar a su nueva vida y todo lo que traía consigo.

Al siguiente día todo seguía como el día anterior: sin llamadas ni mensajes de su parte, era una muerte anunciada y ella lo sabía, pero se esmeraba en creer que era una mala pasada que la vida le estaba jugando; y, que en el rato menos esperado, él aparecería con su cara de niño arrepentido, pidiéndole que vuelva a él. Lastimosamente esta vez las cosas eran serias, él se había cansado de verdad y no iría por ella nunca más, pero eso no lo supo sino dentro de un par de meses más.

Era hora de levantarse y seguir con su rutina diaria, ya había descartado esos mensajes mañaneros que solía enviarle; ya no había necesidad de esclavizarse al arduo trabajo de pensar en qué escribirle cada nuevo día, se había liberado a sí misma de ello cuando terminaron; después de todo para él sus esfuerzos no eran más que mera rutina. Para ella solían ser un placer mañanero, pensar en las palabras exactas, entre miles y miles, de recordarle que lo amaba; pero ahora no sonaba más que a una innecesaria y molesta labor que ella se había autoimpuesto.

Cuando llegó a su oficina no tenía idea de qué hacía ahí, recordaba que era editora y, una especie de escritora pero había olvidado qué solía hacer todos los días. Y no podía preguntarle a nadie cuál era su trabajo porque se suponía que ella debía saberlo; sin embargo: le pesaba mucho la cabeza, los ojos le dolían tanto que sentía un leve ardor, pero lo que no tenía punto de comparación era su corazón. Hubiese dudado de que este siguiese vivo de no ser por ese dolor tan real, incluso a nivel físico, que sentía cada vez que pensaba en él y su corazón se sacudía y estremecía como rogando que pare con la tortura.

- ¡Te extrañe tanto, linda! Dijo él envolviéndola en un fuerte abrazo. ¿Cómo es posible que tenga a la novia más dulce del mundo? Dijo sonriendo y besando su frente.
- No sé, aun me pregunto cómo es que tengo al novio más tierno del planeta. Dijo ella riendo para sus adentro pensando en el montón de cursilerías que se decían diariamente, pero que la hacían tan feliz.

Y por un momento se había vuelto a perder a sí misma en sus recuerdos ¿Cómo es que habían hecho tantos en tan poco tiempo? ¿Y ahora ella qué haría para deshacerse de ellos? Se preguntaba mientras las lágrimas se deslizaban por su rostro como si de una llave abierta se tratase, parecía que nada haría que pare de llorar; pero una vez que vio donde se encontraba su sentido de realidad la hizo “volver en sí”, aunque se preguntaba si había manera de volver en sí sin él.

¡Ah! Así se sentía la libertad, pensó, se sentía fría como un diciembre interminable, estancado eternamente en otoño; donde el invierno tan letal y ansiado, solo hacia apariciones evaporándose en un abrir y cerrar de ojos, haciéndose anhelar. ¿Él estaría en otoño, en invierno o ya estará disfrutando del verano o la primavera? Se preguntaba, después de todo él era un chico de veranos, aunque bien sabía ella que hacía tiempo los soles dejaron de ser parte de su vida.

Finalmente, vislumbró un destello de luz frente a ella, en el cartel de noticias de su trabajo había un gran comunicado anunciando una infinidad de propuestas de trabajo en el exterior; eso era lo que necesitaba “nuevos aires”, ser capaz de volver a vivir desde un nuevo punto de partida, estaba cansada de las mismas caras, de las mismas pasiones, de las mismas dolencias. Ya había pasado medio año desde que él terminó con ella y parecía que fue ayer cuando todo aconteció. Su problema era que, a pesar de que habían terminado, todo seguía como ellos lo habían planeado, ella necesitaba hacer cambios, pero no más cambios pequeños, era hora de hacer grandes cambios para poder notar la diferencia y sentirse nuevamente dichosa.


Tras lograr ser aceptada para el trabajo en París y haberse mudado, seguía sintiendo el mismo vacío en el pecho que sentía antes de viajar. ¿Pero cuando piensa irse este malestar infame? Exigía saber, aun a sabiendas de que se iría cuando quisiese irse, de la misma en qué llegó, así mismo se iría algún día de Julio, o talvez en Junio, o mejor aún: en Abril. Se había cansado de pretender que todo iría según ella quisiese, admitía su derrota y admitía sus necesidades, no podía más y las oportunidades suelen darse una sola vez en la vida, pero él era su oportunidad eterna, su Única Oportunidad y no estaba dispuesta a pasar un minuto más sin él. Soledad agarró el teléfono y marcó su número.

- Aló. Dijo una voz familiar al otro lado de la línea y, de repente, toda esa energía que parecía haber desaparecido de su cuerpo, toda la esperanza que parecía perdida, todo, volvía a ella. Él, era él, su nueva vida, su libertad, su oportunidad, su cambio, su todo, era él. Siempre había sido él para ella, y no era nada más que su propia idiotez y falta de expresión que la habían llevado a padecer cerca de un año entero su ausencia. Al fin gustaba, una vez más, de uno de los más grandes placeres de la vida: Escuchar su voz.

- ¿Y si te dijese que tengo mil cosas que decirte? Preguntó ella. Y escuchó una leve risa al otro lado.





Madelaine Bustamante (Noviembre 05. 2015)