- Supongo que lo he vuelto a hacer. Ella le dijo mirando al piso.
- ¿Qué cosa? Dijo él fastidiado y ella lo miro de reojo, demasiado consciente de lo que pasaba como para pretender no saber.
- Tú sabes... arruinar las cosas. Confesó mirando al piso todavía.
- Lo que importa es que dejes de hacerlo.
- Lo sé. Dijo en un susurro. Auden... ¿Qué dirías si te digo que tengo cicatrices? Dijo mirandolo fijamente.
- Te diría que todos las tienen, Trula.
- ¿Te importaría?
- Te seguiría amando con o sin cicatrices. Le dijo enojado por la incondicionalidad de su amor.
- Te amo, Auden. Dijo ella sonriendo.
- Pero, Tru ¿A qué cicatrices te refieres? Dijo curioso.
- ¿Quién sabe? Dijo ella mirandolo a los ojos. Cicatrices, mi amor, cicatrices...
De repente él recordó un día de invierno, donde Trula estaba pasando un mal momento y cuando él intentó abrazarla ella se negó pero él insistió y al hacerlo pegó un grito ensordecedor y él tuvo que soltarla de inmediato. Hasta ese día, eso no tenía significado alguno, Ella había dicho que estaba adolorida por dormir en mala posición y él le había creído. ¿Cicatrices? Pensó... A más de sus pensamientos suicidas con los que tenía que lidiar, ahora tenía que pensar en su aparente autolesión.
- ¿Te cortas, Tru? Dijo algo alarmado.
- ¿Importa? Ella preguntó mirando al suelo y él sintió como su corazón se hacia añicos, como a pesar de todos su esfuerzos ella seguía lastimándose y como esta era una guerra constante sin retorno.
- Importa. Dijo él frustrado, sosteniendo fuertemente su muñeca, cubierta como siempre por sus largos suéteres. Alzó la manga y lo que encontró fue tan desgarrador como la vida misma, soltó a Trula para que deje de forcejear y llorar.
- ¡Eres un atrevido! Dijo indignada, mientras se alejaba a paso firme de él.
- ¡Tru! Dijo él al borde del quiebre. Cásate conmigo. Dijo mientras su voz se apagaba. Y ella lo se volteó a verlo con inmenso asombro.
- ¿Quieres... casarte... conmigo? Au, ¿te encuentras bien? Dijo mientras se secaba las lágrimas que habían dejado de emanar dado el asombro que sentía.
- Sí. Dijo él. ¿Y tú? Dijo casi con dolor por el temor que sentía ante la dureza de sus palabras, puesto a que cuando quería sus palabras no eran rosas sino espadas.
- Sí. Dijo ella sonriente y corrió a abrazarlo.
Definitivamente estaban locos, él loco por ella y ella loca... simplemente loca.
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Sentimientos