Ella empezó a cortarse tan profundo como pudo, tan profundo que sentía que el dolor le calaba los huesos y se reía mientras lloraba porque ya nada importaba; independientemente de lo mucho que se esforzaba por darle sentido a las cosas, por entenderlas, por encontrar alguna razón de ser, sentía que no llegaba a ningún lado y ya nada importaba.
Él la estaba buscando por toda la casa, pero no la encontraba:
- Jane, Jane... ¡Jane! Jane... ¿Dónde estás? Jane... Él insistía mientras buscaba en los cuartos, en el baño, en el balcón, sin recibir respuesta alguna.
Esa tarde le habían comunicado a ella que había perdido al bebé y él no puedo ir con ella a la consulta así que no se enteró hasta entrada la noche, al llegar a casa y no encontrar a Jane se sentó un momento en la mesa y en ella yacía un papel que decía "Divorcio", ella le había dejado un pedido de divorcio ahí y se había ido aparentemente. Los recuerdos empezaron a golpearlo: la primera vez que la vio, la manera en que ella se reía, su necedad infantil, su vergüenza casi injustificada, sus gritos ensordecedores, sus cartas aun cuando vivían en la misma casa, su cara al anunciar que estaba embarazada...
Fue a su habitación esperando encontrarse con ese clóset vacío que tantas veces temió pero para su sorpresa todo estaba en su lugar, ella no había tomado nada, entonces recordó todas las veces que ella se enojaba y se escondía debajo de la cama, en algún lugar de la casa o se iba a la casa de alguna amiga. Entonces la buscó por toda la casa pero no la encontró en ningún lado, la llamó una y mil veces a su teléfono móvil pero no contestó, telefoneó a sus amigas más cercanas con las que siempre iba pero nadie sabía de ella, incluso llamó a sus padres pero no tenían noticias de ella, un escalofrío recorrió su cuerpo
"Mi amor, si desaparezco algún día, no me busques...
Sé feliz sin mí, estaré siempre contigo;
esté dónde esté te seguiré amando"
Le había dicho una vez en uno de sus arranques, y él la había mirado enojado de manera que ella había reído y corrido hacia él a disculparse.
En ese preciso momento todo se volvió nada y de repente nada importaba para él tampoco. Las piernas le flaquearon y sintió como su espíritu caía al piso, derrotado ante la cruel realidad que veía frente suyo, no quería una vida sin ella... No quería una vida sin todo lo que ella le ofrecía, porque aunque ella creía no tener nada para dar, él sentía que ella en sí misma era más de lo que la vida misma podía ofrecerle.
- ¡Jane! Gritó una vez más con toda la fuerza de sus pulmones.
Ella salió de su trance y dejo de cortar sus muñecas pero la sangre no dejaba de emanar, en algún momento determinado había perdido el control sobre la situación y había cortado demasiado profundo y sin darse había cortado una de sus venas.
- ¡Anton! Dijo tan fuerte como pudo mientras abría la puerta del ático.
Anton escuchó un ruido fuera de su habitación y vio como una escalera descendía: la había encontrado, pensó mientras una lágrima de infinita alegría tocaba su rostro. Él solo podía ser feliz con ella y, dada las escaleras frente a él, ella solo podía serlo con él... Las piezas volvían a caer en su sitio y, de repente, su corazón volvía a sentir alivio y esperanza.