- ¿De qué querías hablar, Noah? Camile se apresuró a decir mientras miraba con insistencia, esos ojos multicolor que él tenía, sonreía y lo admiraba.
- Camile... creo que esto tiene que terminar, lo único que hacemos es herirnos el uno al otro. Y sinceramente ya no aguanto más. Dijó Noah mientras los rayos del sol de verano lo hacían parpadear y lagrimear por su esplendor.
- ¿¡Qué!?. Fue lo único que Camile logró decir, esto era demasiado para ella. Él creía que el amor cultivado durando un noviazgo de tanto tiempo se iba a evaporar en un abrir y cerrar de ojos.
- Por favor, entiéndeme. Las cosas ya no son igual. Tú... yo... esto no tiene futuro. Por más que lo intentemos y queremos que funcione, ya no me siento igual...y con el paso del tiempo te pasará lo mismo. Noah decía todo con cierto aire despreocupado, o por lo menos eso aparentaba, mientras se alejaba de ella y caminaba por las orillas de ese mar salado.
- Ya entiendo. ¿Es por qué te cansaste de mí, no? Anda, admítelo. Camile trataba de encontrar una razón del porque de toda esta sin razón pero no podía, el dolor, lentamente, la consumía.
- No Camile. Simplemente la magia se acabó.
La magia se acabó. Que manera tan sencilla de resumirlo todo. Así que eso había sido. Todas las llamadas, los regalos, el tiempo, los besos, los abrazos, las caricias, las palabras, los sentimientos, todo había sido: trucos con los que se hacen cosas sorprendentes que parecen reales aunque no lo son. Ahora entendía.
- Oh, entiendo. ¿Puedo pedirte algo? Sería un último deseo en está relación. Pidió ella mientras él se alejaba del mar y se acercaba a ella.
- Claro, ¿Qué cosa? Indagó él en busca de una respuesta a través de sus ojos.
- Un último abrazo, por favor. Dio un paso hacia él y extendió sus brazos...No tuvo otra opción más que corresponderle, después de todo, en un tiempo-espacio ella fue creadora de magia en su vida, ella fue ese arte que enseña a hacer cosas extraordinarias y admirables. Ese fue el abrazo más corto y largo de los dos, duró exactamente 10 minutos pero apaciguó los disturbios de su corazón.
- Me tengo que ir... Concluyo él en voz baja. - Adiós, Cami. Y se fue.
Una parte de ella se fue con él, mientras que la otra se fundió con el mar y sintió un frío bajo ese sol inmenso, ese frío que sólo causa la soledad.
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Sentimientos